martes, 24 de julio de 2012

De mal humor pero aparentando alegría: ¿virtud o hipocresía?



Todas las personas tienen sus límites, y cuando se traspasan aparecen agotamientos y enfados, como si la alegría se desvaneciera, aunque esta puede volver al poco tiempo. También están aquellos en quienes parece que el buen carácter brilla por su ausencia y pueden estar así varios días o toda su vida. 

¿De qué depende?

Un amigo comenta que hace unos días intentó entrar en la web Elmalhumor.blogspot.com. Es una revista digital llamada El malHumor que va de eso, del mal humor en tono de humor. Y ese amigo se puso de mal humor porque asegura que no consiguió abrir la web y le bloqueó internet. También confiesa que afortunadamente, y aunque en aquel instante no solucionó el problema, enseguida se le pasó el enfado y quedó con unos amigos para dar un pequeño paseo por la playa o al revés, dio el paseo y se puso contento. El caso es que se le pasó. Pero no todo el mundo difumina tan rápidamente ese estado de ánimo. Hay a quien le dura todo el día o, más enigmático todavía, hay quien ya se levanta así, por no mencionar quienes están agrios todos los días del año. ¿Por qué sucede esto? ¿De dónde viene el mal humor?

Marta Centellas explica que el mal humor, siempre que no haya trastornos neurológicos, es un estado de ánimo en el que generalmente se produce una negación de la realidad. “No están conformes con lo que esperaban, con la expectativa que habían depositado, y eso produce una frustración que puede traducirse en el enojo, el mal humor, que les hace ver las cosas todavía de forma más negativa”. Pero insiste en que esto se produce por una distorsión de la percepción del presente. “Trabajo mucho en centrarlo en el presente porque generalmente la gente está anclada en el pasado. Se vive el presente desde el pasado o desde los proyectos no cumplidos. Así que se niega el presente, se distorsiona. Esto produce tensión que quien la padece parece que está peleado con todo el mundo”.


¿Como podemos librarnos del mal humor?



  • Recuéstate boca arriba en el piso sobre una colchoneta o toalla gruesa. Coloca los brazos a lo largo de tu cuerpo, haz una respiración profunda, sostén un rato y exhala lentamente por la boca.
  • Cierra los ojos y visualiza la punta de los dedos de tus pies, imagina que se van iluminando con una cálida luz ámbar que los va relajando. Continúa iluminando tu cuerpo subiendo poco a poco por los pies, los tobillos, las pantorillas, etc., hasta terminar con el cuero cabelludo.
  • No olvides relajar todos los músculos de la cara poniendo especial atención en las mandíbulas, que es donde se acumula mucha tensión. Termina con otra respiración y exhalación profunda. Posiblemente a estas alturas estés más dormida que despierta.


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